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Castillo de Molina

Castillo de Molina


Descripción

Como una corona en lo alto de un cerro, el castillo de Molina de Aragón, de enormes reminiscencias árabes, atrae la mirada del viajero por encima del resto de monumentos que se podrán ir descubriendo a medida que se recorran las calles. Al principio fue un castro celtíbero, fortificado para la defensa y cercano al beneficio de las aguas. La construcción actual es plenamente árabe, siendo estos quienes pusieron reyes en el territorio molinés dependientes del reino de taifas de Toledo o a veces aliados con los cristianos contra estos.

Durante los siglos X y XI, la pequeña corte morisca asentó sus reales en este castillo algo más reducido en tamaño que ahora. Los nombres de sus señores, Abenhamar y Abengalbón, resuenan en las crónicas árabes de la época. La reconquista del territorio no fue difícil. Alfonso I, El Batallador, rey de Aragón, llegó en 1129 hasta el territorio molinés y su capital fue tomada por las armas, incluido el castillo y sus ocupantes, en aquel año. Poco después, el señorío del territorio fue entregado a la familia, entonces poderosa, de los Lara. Estos magnates constituyeron, en la entonces llamada Molina de los Caballeros, un fuerte núcleo poblacional ayudado por la concesión de un Fuero, promulgado en 1154 por su primer conde, don Manrique de Lara. Se creó a partir de entonces un poderoso común de villa y tierra, organización propia de la Castilla meridional, cuya cabeza territorial era Molina, sede del Señorío de las instituciones, de los representantes y del mercado, protegida por una muralla que fue creciendo a partir de la segunda mitad del siglo XII.

En el siglo XIII doña María de Molina se casó con el rey Sancho IV, El Bravo, pasando el territorio a dominio directo del monarca. Los Lara se ocuparon, además de hacer el castillo, de construir una fuerte muralla que rodeaba la ciudad con cuatro puertas de entrada. En el siglo XIX quedó vacío y hoy se ha restaurado alguna de sus torres con fines culturales De las ocho torres que llegó a tener el alcázar molinés, sólo quedan en pie cuatro: la de doña Blanca, la de Caballeros, la de Armas y la de Veladores. Todas comunicadas entre sí por un adarve protegido de almenas. En el interior de las torres hay diversos pisos, comunicados por escaleras de caracol que permiten ascender hasta las terrazas.

Otro de los monumentos destacados en Molina es la iglesia del convento de Santa Clara, situado en la parte más elevada de la ciudad, al comienzo de la ladera donde se yergue la fortaleza molinesa. La iglesia es de estilo románico tardío. La iglesia de San Martín es otro edificio religioso a visitar. Es un templo barroco con algunos restos románicos en su interior.

En Molina vivieron en el siglo XVII hasta 286 nobles, lo que ha dejado sus calles plagadas de caserones solariegos de gran prestancia. El puente que cruza el río Gallo es románico, de origen romano, y da acceso al pueblo por lo que antiguamente era la puerta de los Serranos, que comunica con el casco viejo de la ciudad, donde existen plazuelas y calles con rancio sabor molinés, como la calle de las Tiendas o la plazuela de Trespalacios.

En Molina existen casi medio centenar de edificios religiosos, entre iglesias, ermitas y conventos. Además de los ya mencionados, se encuentra el convento de San Francisco, de finales del siglo XIII, que fue fundado por doña Blanca de Molina y sobre su torre se encuentra el famoso giraldo o veleta de simpáticas formas. El principal templo es San Gil, románico en su origen, de cuyo estilo no queda nada y dedicado al culto diariamente. La iglesia de Santa María, en la Plaza Mayor; la iglesia de San Felipe y la iglesia de San Pedro que es de origen románico aunque fue rehecha totalmente en 1523.

Al ser centro comercial de la comarca posee una buena oferta de alojamiento y hostelería para todos los gustos y bolsillos.

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Fuera de ruta

A escasos kilómetros de Molina de Aragón, en la vega del río Saúco encontrará el viajero la pequeña localidad de Rillo de Gallo. Con menos de una centena de habitantes, forma parte del Señorío de Molina y es famosa por acoger unos importantes restos arqueológicos en el Abrigo del Llano, llamados Rillo I y Rillo II. Las pinturas rupestres que alberga de la época del postpaleolítico incluidas en el Arte Rupestre del Arco Mediterráneo fueron declaradas en 1998 Patrimonio de la Humanidad en la categoría de Paisajes Culturales por UNESCO.

Además de visitar este importante yacimiento descubrirás en el pueblo un interesante conjunto urbano con elementos típicos de la arquitectura molinesa como la casa de los marqueses de Embid, que muestra en su fachada el escudo de armas barroco de la familia. En la plaza, núcleo de la población, tenemos una fuente pública decorada con el busto en bronce de D. Calixto Rodríguez, primer político en derrotar en las elecciones al Conde Romanones en 1910. Y también desemboca en la plaza el Callejón del Arco donde existe una casa con un pasadizo por el que se dice que pasó el Cid de camino a Valencia. Asimismo, deberás visitar la iglesia del centro del pueblo recientemente restaurada, para ver la gran espadaña que luce a los pies y su arco triunfal.