Alcázar Real de Guadalajara
Descripción
Guadalajara es una ciudad típicamente castellana que encierra entre sus límites los testimonios de su historia y de las tres culturas: cristiana, árabe y judía. Las tres convivieron en ella y supieron darla el sabor y el talante con el que ha llegado hasta nuestros días. Pueden verse obras tan maravillosas como el palacio del Infantado del siglo XV, que es una filigrana hecha en piedra de Tamajón, que encierra entre sus muros la historia de la casa de los Mendoza, a la que pertenecieron personajes tan ilustres como D. Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, y el Cardenal Mendoza, que fue llamado por su influencia ante la reina Isabel la Católica, “el tercer rey de España”.
Ciudad de palacios y conventos, de bellas iglesias, como la Concatedral de Santa María, en la que se alterna el bello mudéjar con las reformas llevadas a cabo en el siglo XVII, y la de Santiago, que muestra con todo su esplendor la arquitectura gótico-mudéjar de la mejor tradición castellana. Iglesias de San Ginés y de San Nicolás junto a lo que fueron viejos conventos.
En el extremo oeste de la ciudad, debemos visitar el bello complejo de las Adoratrices, obra del arquitecto Velázquez Bosco, con un elemento nuclear de especial atención, como es el panteón de la Condesa de la Vega del Pozo, edificio de estilo románico lombardo, con mosaicos bizantinos, mármoles y piedras nobles en todo su conjunto.
Conventos y palacios, como el de Dávalos, que alberga la Biblioteca Provincial; el de los Guzmán, donde nació el cofundador de la Guadalajara mejicana, y otras varias muestras de la historia y de las señas de identidad de nuestra ciudad; el de los Condes de Medina, de los Condes de Coruña, el de los Marqueses de Villamejor, el de los Torres, el de los Páez de Sotomayor, etc.
Guadalajara fue una ciudad amurallada, con su alcázar. Una vez que se penetra en su casco antiguo los restos de torreones y murallas van apareciendo. No espere el visitante encontrarse con un alcázar árabe al estilo del segoviano, aunque nadie duda de la grandiosidad que tuvo este edificio guadalajareño. Hoy, apenas quedan restos de sus cuatro paredes en el exterior y lo que fueron las caballerizas, construidas en el siglo XIX, en el interior.
En este alcázar árabe residieron tras la Reconquista las hijas de Sancho IV, Beatriz e Isabel, y en él, Juan I, celebró Cortes de Castilla en más de una ocasión. A escasos cien metros, un pco antes de llegar a la concatedral de Santa María, que fuese en tiempos antigua mezquita, se encuentra el Torreón del Alamín. Sobre un profundo barranco sobre el que aún se conservan varios metros de muralla, se alza esta torre cuadrada, declarada monumento nacional que formaba parte de una de las puertas de la ciudad amurallada. A ella se accedía desde el llamado barrio morisco, a través del puente de las Infantas, obra de origen árabe.
Volviendo hacia la glorieta de la Concatedral y siguiendo por las aceras del margen izquierdo, calle arriba, verá el viajero, a doscientos metros, otro resto de muralla. Es la llamada Puerta de Bejanque. En su origen, era de planta pentagonal con un espolón macizo hacia Levante. Dentro de la torre se abría en la muralla otra puerta que daba paso a la ciudad. Hoy, es un arco de ladrillo macizo de origen árabe que deja adivinar lo que fue en su día. Junto a la puerta de Bejanque hay una plaza que lleva el mismo nombre u enfrente, sobre un cerro amurallado, el convento de San Francisco, conocido popularmente como Fuerte de San Francisco. En su iglesia se encuentra una cripta toda de mármol que gurda los restos de varios de los señores de Guadalajara, los Mendoza.
En la parte baja de la ciudad, junto a los jardines del palacio del Infantado se encuentra el otro torreón que se conserva de las que fueran las puertas de la vieja muralla, el Torreón de Alvarfáñez.
Galería de imágenes
Fuera de ruta
Si dejamos la capital y su Campiña en busca de La Alcarria, tenemos dos opciones, darle gas y subir por la A2 hasta Torija donde nos espera en menos de diez minutos el castillo de los Mendoza, o rodar dos veces más y adentrarnos por las inmediaciones del valle del arroyo Matayeguas. Os aconsejo que dejéis la autovía en el cruce de Iriépal y toméis la carretera Gu-905 que serpea camino de Aldenanueva de Guadalajara, dejando a nuestra derecha el pueblo de Centenera y algo más allá la localidad de Atanzón. Nada más pasar Iriépal, subiendo hacia lo alto de la Meseta, es aconsejable hacer una parada y asiomarse a la vega del Henares desde lo alto.
En Atanzón, a las afueras del pueblo, pueden verse aún los restos de la Torre de Centenera de Suso y algunos restos más de lo que fuera un antiguo despoblado. En el pueblo, su iglesia parroquial y la amplia plaza. Para ir a Torija no es necesario volver atrás, basta coger la carretera hacia Valdegrudas. En Aldeanueva de Guadalajara hay una bonita foto con el pórtico de su iglesia románica y también un restaurante con terraza, con buenas viandas, buen precio y unas estupendas vistas a la vega.
Desde Aldeanueva a Torija son 7 kilómetros de recta por un camino rural asfaltado que cruza bajo las vías del AVE.
Dónde comer
Guadalajara ofrece una amplia y variada cocina. Te recomendamos que uses nuestro buscador en función de tus gustos.