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Castillo de Cogolludo

Castillo de Cogolludo


Descripción

Cogolludo es un pueblo que nada más acceder a él impresiona al viajero. Su plaza está entre las tres más hermosas de la provincia. La fachada del palacio renacentista de los Duques de Medinaceli cierra un conjunto de casas con soportales planos castellanos de gran armonía.

El origen de Cogolludo es muy antiguo. En sus inmediaciones existen importantes hallazgos arqueológicos pertenecientes a los primeros pobladores de la península. No es de extrañar, al encontrarse el pueblo enclavado entre los valles de dos grandes ríos, el Sorbe y el Bornova. Desde el reinado de Alfonso VI perteneció a los reyes de Castilla, quienes en tiempos de Alfonso VIII lo donaron a la Orden de Calatrava, pasando posteriormente a los Duques de Medinaceli que fueron sus propietarios hasta el siglo XIX. En tiempos de la invasión francesa sufrió algunas batallas, siendo cuartel general de El Empecinado, guerrillero que anduvo por estas tierras.

De su castillo apenas quedan unas pocas ruinas en la parte alta del pueblo, junto a la iglesia. En las inmediaciones del castillo se conserva todavía una nevera medieval, donde los vecinos de la localidad guardaban la nieve para tener hielo durante el verano. Es una construcción de piedra semienterrada en la ladera a la que se accede por una abertura en la bóveda de piedra que cierra el agujero. Una curiosa construcción que debe ser visitada al acercarse al castillo.

Pero la joya arquitectónica de Cogolludo no es su castillo, prácticamente destrozado, sino el palacio ducal levantado por el Duque de Medinaceli al contemplar la maravillosa construcción que su homónimo del Infantado había levantado en Guadalajara. Su fachada es causa de admiración de cualquiera que se acerque hasta la villa, tanto por su grandiosidad como por sus proporciones. Toda ella está repleta de filigranas renacentistas, entre las que sobresalen las de sus ventanales que representan la agonía del estilo gótico-mudéjar de finales del siglo XV. Sin embargo, el almohadillado del paramento del muro y del medio punto de la portada, sobre el cual campea el escudo de los Medinaceli dentro de una corona de laurel, es más frecuente en el estilo renacentista italiano. En el interior quedan algunos restos en el elegante patio, con sus arcadas y el antepecho de la galería alta. Dentro tan sólo algunos artesonados y una chimenea de yesería con enormes filigranas.

Junto al palacio se encuentra el Ayuntamiento, donde el motero encontrará una oficina de turismo. Allí podrá obtener planos e información no sólo de la riqueza artística de Cogolludo, sino de toda la comarca. Entre las maravillas existentes en Cogolludo se encuentra la Iglesia de Santa María, edificada en el siglo XVI, pero con una hermosa bóveda de crucería. Su interior es grandioso y en una de sus capillas se guarda un magnífico cuadro de Ribera, conocido como El capón de palacio en el que se representa una escena de la Pasión del Señor. El lienzo fue robado en 1986 y recuperado algunos meses más tarde. También renacentista es la Iglesia de San Pedro, que se encuentra en plena restauración.

Pero en Cogolludo no sólo hay arte. En los últimos años la localidad se ha especializado en la gastronomía guadalajareña, sobre todo en la confección de cabrito asado. Gustan los hosteleros de la villa, que cada vez son más, de recomendar a los comensales que coman sólo la carne acompañada de una sencilla ensalada de la tierra a base de lechuga, tomate y cebolla, para así degustar con hambre y paladar fresco la exquisitez de la carne, de la que están orgullosos. Los corderos se crían en las sierras cercanas y son tiernos y alimentados con pastos. Son varios los restaurantes y todos ellos ofrecen una calidad y precio similar.

Es aconsejable acercarse a visitar la Bodega de la Finca Río Negro, un vino de altura que ha ido ganando posición en el difícil mercado del vino español por su calidad y riqueza de aromas. La finca está abierta al público y sólo hay que llamar antes para recorrerla en una interesante visita guiada con cata incluida, e incluso comida para grupos, si así se acuerda de antemano. En Cogolludo, los testimonio de los reyes y cortesanos hablan de que el pueblo era famoso por su caza y el buen vino que servían los Duques de Medinaceli a sus invitados, algunos tan reales como Juana, la Loca o Felipe, el Hermoso. En recuerdo de aquella época dorada, se plasmaron unos racimos de piedra en la fachada del palacio ducal. ¡Hasta el general Hugo, que tanto expolió, no pudo por menos que hacer lo propio con el vino de esta tierra, dejando de traer vino francés y bebiéndose media cosecha él solo, tal era su afición!

Unos y otros pasearían entre los viñedos mientras veían correr a los ciervos. La Finca Río Negro tiene 600 hectáreas de las cuales sólo 21 están plantadas de viñedos productivos y otras tantas, de viñedo joven que aún no da vino. O sea, que hay carrete para rato. En su interior hay pinar, monte bajo y viñas. En otoño el contraste de colores es, en sí mismo, un espectáculo. La hoja aún no se ha caído y el cambio de tonalidades, rojo en la vid, amarillo en los chopos, ocre en los robles se mezclan con el verde vivo del pinar y forman una sinfonía tan agradable de escuchar por los ojos, como lo es el vino de beber por la nariz, maridaje perfecto.

Galería de imágenes




Fuera de ruta

Desde Cogolludo, rumbo a Tamajón, antes de llegar a Fuencemillán tomamos el desvío a la derecha. Cruzamos por una carretera que atraviesa el río Sorbe. En el puente que cruza el río se arrojaron las cenizas del poeta de Humanes Ramón de Garciasol. Una vez que veamos a mano derecha el desvío que indica Beleña, aconsejamos desviarse para no perderse la sorpresa que nos aguarda. Beleña de Sorbe ya tenía fortaleza en tiempos de los árabes. Su época de mayor esplendor fue cuando el castillo fue adquirido y transformado por los Mendoza. Hoy quedan vestigios de su torreón y de sus lienzos con unas extraordinarias vistas al pantano de veleña que recoge el agua del río Sorbe. Se le conoce como castillo de doña Urraca.

En el pueblo se encuentra la iglesia de San Miguel, Monumento Nacional, del siglo XIII y que posee una de las portadas más hermosas de Guadalajara. En su arquivolta se representan una serie de esculturas, una por cada mes del año, que muestran las labores agrícolas que se realizaban en cada época. Si se va con tiempo, merecen una visita las fuentes de Santa Eulalia, doña Urraca y santa Olalla, a unos cien metros del puente sobre el río, que tuvieron fama de ser curativas en la Edad Media.

La carretera nos deja a las puertas de Puebla de Beleña. Aquí existe uno de los humedales castellano-manchegos más característicos. Sin el tronío de las Tablas de Daimiel o de las Lagunas de Ruidera, son el refugio preferido de miles de aves migratorias que cuentan con esta zona como lugar de descanso en sus largos recorridos. Para visitar las Lagunas Grande y Chica  debe introducirse en la localidad y preguntar a alguno de los paisanos, pues el acceso se hace a través de un camino que nace de la carretera que comunica el pueblo con El Cubillo. Están a unos dos kilómetros del pueblo, y es sin lugar a dudas una visita obligatoria en cualquier época del año. Sin darse uno cuenta, la altitud por estos parajes ronda los mil metros y todo en el ambiente indica que la sierra está próxima.

Volviendo a la carretera que nos llevará a Tamajón, los pinares se van haciendo cada vez más frondosos y abundantes. En una curva, a unos diez kilómetros, aparecerá un letrero que anuncia la cercanía de Puebla de Valles, e invita con ello a realizar un nuevo alto en el camino. En este recorrido que se propone al visitante no debe tener pereza en hacer las paradas que sean necesarias para comprobar la belleza del paisaje. No es éste un recorrido en el que priman las excelencias artísticas sino las paisajísticas.

Entre pinos y jaras la estrecha carretera que nos conduce hasta Puebla de Valles es un regocijo para la vista en los meses de mayo y junio, cuando la blanca flor de la jara parece cubrir de nieve los verdes campos. A la salida del estrecho barranco, la rojiza tierra que rodea a Puebla de Valles obligará a frenar en seco el coche. Este pueblo está metido en un vallecito regado por el río Jarama, y rodeado de unas arcillosas montañas que año tras año sufren una profusa erosión que arrastra toneladas de tierra hacia el pueblo y el río. Parece Arizona en pequeño. En Puebla de Valles hay un microclima especial que hace que crezcan los olivos más grandes de toda la provincia y que se críen lozanamente los frutales, a pesar de estar tan cerca de la sierra. Es un bello espectáculo pasear por este pueblo, con sus casas uniformes y sus originales alrededores. Tiene una interesante iglesia parroquial del siglo XVIII, mandada construir por un virrey de Filipinas. En su interior hay una hermosa pila bautismal y varias tumbas pertenecientes a los Mendoza. No hace mucho que las gentes del lugar trajeron hasta el centro del pueblo un hermoso olivo con más de mil años de historia que plantaron en la plaza, junto a la iglesia. Hoy ha retoñado y están todos seguros de que perdurará otros mil años más.

Saliendo de nuevo a la carretera con dirección hacia el norte, el viajero verá otro desvío a mano izquierda que señala al pueblo de Retiendas. Esta vez el desvío será de largo aliento.