Castillo de Pioz
Descripción
El castillo de Pioz llama la atención del viajero por su perfección de formas. La historia de esta fortaleza es muy escasa en acontecimientos: desde finales del siglo XI la aldea perteneció al común de villa y tierra de Guadalajara, siendo de señorío real hasta que, mediado el siglo XV, el rey Juan II de Castilla entregó el lugar en dote a su hermana Catalina al casar con el infante de Aragón. Pero a los pocos años, se lo quitó aludiendo que el cuñado le amenazaba de guerra. Lo entregó entonces a Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana. A su muerte pasó en poder de su hijo Pedro, el Cardenal Mendoza, quien inició la construcción de un castillo, queriendo plasmar las ideas recibidas en Italia sobre este tipo de edificaciones, a las que consideró necesarias como refugio en caso de algún peligro político. Pero al poco de iniciar la construcción lo dejó y le propuso a Alvar Gómez de Ciudad Real un cambio: Pioz, el Pozo y los Yélamos por Maqueda, en la provincia de Toledo. Pasó así la recién iniciada fortaleza alcarreña en poder de la familia de los Gómez de Ciudad Real, quienes completaron el castillo a finales del siglo XV. Al poco tiempo, el castillo se vio abandonado sin ser protagonista de batalla alguna, y aunque los dueños pusieron alcaide, el progresivo deterioro ha ido en aumento hasta la actualidad, en que pertenece al Ayuntamiento de la localidad que quiere librarle de la destrucción y darle una utilidad cultural.
Este castillo es una fortaleza de llanura, dominante de amplios horizontes y visto desde muchos kilómetros de distancia. Se encuentra rodeado de un profundo foso que los siglos han ido rellenando. Merece una visita la iglesia parroquial del siglo XVI, que en su interior tiene un coro de buena prestancia, y una pila bautismal realizada en una sola pieza.
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Fuera de ruta
Nos encaminamos ahora por el POzo de Guadalajara en dirección a Horche, antes de acercarnos a Valfermoso del Tajuña. El ríoTajuña, desde donde mejor se ve es desde Horche. La confluencia de dos ríos siempre ha sido un lugar mítico para el hombre. Horche, hoy rodeado de futuro y progreso, conserva entre sus callejas y en su plaza aportalada el regusto de lo medieval. Se entra desde el llano y se baja ladera abajo por sus calles hasta llegar al borde del barranco. Desde allí, junto al lavadero, un curioso edificio circular que no puede perderse el viajero, el pueblo se convierte en un amplio balcón hacia el Tajuña, donde sus aguas reciben el torrente siempre vivo del nervioso río Ungría que nace, decenas de kilómetros atrás, a los pies de Fuentes de la Alcarria. Sus fuentes, su iglesia parroquial y sus calles nos animan a seguir paseando hasta bajar a la Fuensanta, un paraje de sombra y agua con un buen restaurante donde hacer un alto en el camino.
Los valles de estos dos ríos son un reclamo para el turista que guste de pasear junto al agua. El Tajuña, más amplio y frondoso, pasa por varias fases en su recorrido por la Alcarria, desde su nacimiento entre Maranchón y Luzón, en las sierras del Ducado de Medinaceli. Al principio se desenvuelve tortuoso entre estrechas barranqueras hasta llegar al embalse de la Tajera. Después se va abriendo hueco entre las laderas y aparece a los pies de Horche. El Ungría, más humilde, ofrece de principio a fin un paseo tranquilo, sin grandes espacios, y con mucha paz. Viejos molinos, hoy convertidos en lujosas viviendas, jalonan un camino repleto de huertas donde la ausencia de vehículos es un lujo del que disfrutar. Al llegar junto al Tajuña, se vierte generoso y pierde su extraño nombre que lejos de evocar un país, hace referencia a su deliciosa sombra, casi continua. Aunque sólo sea por asomarse al valle, la visita a Horche es de obligado cumplimiento.
Desde Horche podemos hacer otro fuera de Ruta, rumbo a Valfermoso por Armuña, en Tendilla.
Tendilla es un pueblo que ha crecido en torno a una carretera. En principio se habitó la parte de la ladera que mira al sur del valle y poco a poco se fue descendiendo hacia el fondo y acercándose al camino. Tuvo un castillo en el enclave donde hoy se levanta una imagen de grandes proporciones de un Sagrado Corazón que mira al pueblo. Apenas quedan de él restos visibles. Como tampoco quedan apenas restos de lo que fuera la muralla. En el interior del pueblo se conservan casas con soportales en su Plaza Mayor y casonas palaciegas, como el palacio de los Condes de Tendilla, de propiedad privada, o el museo etnográfico ubicado en una vieja casona. Su iglesia, inacabada, es del siglo XVI y fue mandada construir por los condes que la dejaron a medias cuando se trasladaron a Pastrana.
Si tomamos con la moto el trazado de la antigua carretera, en dirección contraria a la capital, antes de incorporarnos a la actual, veremos un monolito levantado en 1929 en recuerdo de lo que fue un monasterio importante en la historia de España y hoy, solo una ruina. A un lado y otro de la carretera aparecen los restos del recinto del monasterio de La Salceda, lo que fueron las huertas y la vieja capilla que aún conserva altivo parte del ábside. Eslabón de la Contrarreforma y retiro del cardenal Cisneros.
Pero sobre todo, Tendilla tiene unos soportales castellanos que nos indican que tuvo buena feria y buen mercado, y una casa donde pasaron algunas temporadas Pío Baroja y su sobrino Julio Caro. Con esto quiero decir que es conveniente que recorráis el pueblo antes o después de ir a La Salceda, merece la pena.