Torreón de Cobeta
Descripción
Antes de llegar al pueblo de Cobeta, donde todavía se conserva un torreón de su viejo castillo, circulamos por un puente que cruza el río Arandilla, afluente del río Gallo. Si seguimos el curso del río siguiendo una carretera estrecha, podremos disfrutar de uno de los pequeños espacios naturales más bonitos de la provincia, el entorno de la ermita de Montesinos donde acuden en romería hasta nueve pueblos. En ella se venera a Nuestra Señora de Montesinos, y como todas las advocaciones marianas tiene su milagro o leyenda. Dicen que la ermita la construyó un terrateniente y capitán moro, convertido al cristianismo, cuando vio el milagro que la imagen de la Virgen hizo en una niña manca de la zona. ¿Será verdad?
Hasta hace pocos años “El Montesino”, tenía su santero. Se llamaba Francisco Checa y cuidaba de la ermita, tenía limpio el entorno y escribía unos versos interminables a la sombra de las rocas caprichosas de este pequeño cañón. Quien se acercaba recibía una estampa de la Virgen y un poema escrito o recitado, según la ocasión. Este barranco es una versión más, reducida, del Barranco del río Gallo o Barranco de la Hoz, junto a Corduente, al que nos acercaremos después. Entre los caprichos que el viento y el agua han labrado en las rocas que flanquean el río Arandilla, hay quien ve la cara de un indio, o la cara de Francisco vigilando la ermita. Son cosas de la imaginación, de concederle a la Naturaleza propiedades humanas.
El pueblo de Cobeta tiene una fisionomía singular. Las casas del pueblo y las viejas cercas para el ganado se dejan caer por la falda de una ladera mimetizándose con el color de la tierra, labrando un paisaje peculiar y hermoso. Un mirador natural que se enfrenta a los restos de un viejo castillo, conocido como “castillo de Villalba”, hecho de piedra rojiza, una vieja torre de vigilancia, hoy convertida en sala de exposiciones desde donde puede observarse la variedad del entorno. Este cubo circular es la seña distintiva de la localidad.
Los pueblos y el paisaje de toda esta comarca de los pinares del Ducado de Medinaceli, tierra de resineros, carboneros y leñadores, también de ganaderos, madereros y carpinteros, merecen más de una visita. Os animo a que reservéis un fin de semana para empaparos como Dios manda de una zona llena de sorpresas, arroyos que transcurren por vallejos casi inaccesibles, ermitas camufladas, pueblos mimetizados y miradores naturales que nos muestran la grandeza de un paisaje, castigado hace años por el fuego, pero que ya ha recuperado su esplendor.
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Fuera de ruta
Desviarse de la ruta y acercarse a Ablanque, por ejemplo, es una de esas recomendaciones que siempre apetecen, es la mejor manera de conocer esta tierra. Además de Olmeda de Cobeta, localidad por la que pasa la ruta, es aconsejable acercarse hasta el monasterio de Buenafuente del Sistal, cuna del Císter en esta parte de Castilla, joya del románico cisterciense, rodeado de un entorno inigualable.
Buenafuente del Sistal es la capital mundial del sosiego. Narciso Yepes, el famoso guitarrista español, persona sencilla y religiosa, se retiraba a este rincón del Alto Tajo a componer sus obras, a preparar su gira de conciertos por medio mundo, a descansar, y por supuesto a rezar. El monasterio de Buenafuente del Sistal tiene mil años de historia y prácticamente sigue igual. Como el campo que le rodea. Su iglesia es como una cueva iluminada por un milagro, donde la piedra y el agua conviven en armonía. La fuentecilla brota a los pies de una capilla y el chorrillo compone una música delicada, sólo apreciable cuando se hace el silencio. Huele a humedad, a cerrado, a oscuridad y a paz. Pocos lugares tan hermosos, tan eternos, tan espirituales, tan antiguos. Si la iglesia está cerrada preguntad en los edificios levantados alrededor del monasterio, seguro que alguien os abre. Hace tiempo que en Buenafuente acuden numerosas personas para alejarse del mundanal ruido en soledad o en grupos organizados.
Los alrededores del cenobio no tienen nada que envidiar a la obra del hombre. Desde la plaza, una ruta indica la ribera del Tajo, un paseo imprescindible de algo más de media hora a pie que lleva hasta el barranco del río. Está bien señalizado y es cómodo. Las cárcavas del Tajo apenas dejan pasar la luz, los riscos tienen formas caprichosas y si alguien se encuentra con ánimo, puede seguir ruta hacia los molinos y seguir aguas abajo por la ladera, a través de una senda que nunca parece tener fin, pero que acaba regresando al cruce de los dos barrancos.
Desde Buenafuente del Sistal nos encaminamos ahora hacia Corduente y al monasterio del Barranco de la Hoz, sin duda uno de los recursos turísticos más importantes de la provincia. Podemos hacerlo por la carretera que pasa cerca de Villar de Cobeta y Torrecilla, o bien volver a Cobeta y desde allí a Corduente.