Una ruta turística en moto por la provincia de Guadalajara. Organízala a tu aire.
Castillo de Zafra

Castillo de Zafra


Descripción

Para llegar a este televisivo castillo de Zafra, que se ha hecho famoso por la serie internacional “Juego de Tronos”, debemos recorrer 5 kilómetros desde Campillo de Dueñas, a cuyo término municipal pertenece, y dos menos desde Hombrados. Se circula por una pista, de manera que hay que circular con moto adecuada. Estamos entre la Sierra de Caldereros y la Sierra de Zafra y por consiguiente, el castillo se encuentra coronando un roquedal.

Esta zona, habitada desde la prehistoria, aunque hoy está bastante deshabitada, acogió un castillo árabe donde hoy está el actual, de estampa cristiana. Perteneció al Común de Molina y fue reconstruido por los Lara. Sin duda es uno de los castillos de más bella estampa de cuantos tenemos en Guadalajara. Hay quien compara su imagen con la de un navío, fijándose en el extraordinario perfil alargado que forman la roca y la construcción. Tiene un espacio habitado de unos 2000 metros cuadrados y se accede a él por un agujero excavado en la roca, como una cueva, que da a un pasillo que por otro agujero más amplio lleva a las escaleras de acceso. Se pueden apreciar dos recintos, lo que habla de sucesivas restauraciones y ampliaciones. Tiene patio de armas y una espléndida torre del Homenaje de manufactura cristiana del siglo XIII con arco gótico de entrada. Posee un aljibe circular de cuatro metros de diámetro excavado en la roca, en el segundo recinto. Lo que es evidente es la dificultad del acceso al castillo, lo que le convertía en un bastión seguro, y su capacidad para albergar hasta 400 caballeros con sus caballos. Unos informes enviados a Felipe II en el siglo XVI hablan del castillo de Zafra como “la más fuerte y defensada fortaleza que debe haber en España” ya que la artillería, al ser toda la base de piedra, no haría en ella efecto alguno. Los años y el abandono fueron acabando con sus lienzos hasta que fue comprado, tras salir a subasta, en 1971 por Antonio Sanz Polo que inició una lenta y segura restauración de sus elementos principales, incluso en el interior, que nos permiten disfrutar de él en la actualidad.

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Fuera de ruta

Nuestro fuera de ruta en esta ocasión es realmente un ir deteniéndonos, según apetezca, en los distintos municipios que encontramos  a nuestro paso camino de la próxima parada que será en Poveda de la Sierra, en el corazón del Alto Tajo. Camino de Alcoroches pasamos por Setiles y allí podemos admirar una extraordinaria casa fuerte con forma de fortaleza. En Setiles hubo un castillo cerca de donde ahora está la iglesia y anteriormente un castro celtibérico. Hoy no queda más que el recuerdo y algún testimonio escrito. Ahora bien, podemos detenernos un momento para admirar la casa de la familia Malo de Marcilla, muy renombrada en todo el Señorío. Fue construida en el siglo XV y, en origen, fue un castillete formado por dos torres fuertes similares rematadas por almenas. Una torre era para hospedaje y al otra para las caballerías. En el siglo XVIII se desmochó para convertirse en un caserón.

Vamos hacia Alcoroches, pueblo ganadero y de buena estampa, donde podemos comer si toca alto en el camino, para , fuera de ruta, visitar Alustante, ya en las inmediaciones de la provincia de Teruel. Alustante es un pueblo con cinco ermitas y una iglesia parroquial interesante, que en su interior tiene una original escalera de piedra sin espigón central que sube por la torre y es el auténtico símbolo del municipio; una imagen desmesurada de un Ecce Homo y un retablo de enorme calidad artística. La torre de la iglesia tuvo originalmente una función defensiva, de vigilancia y refugio en la cercana frontera con Aragón.

Regresamos a Alcoroches y tomamos la carretera en dirección a Checa, junto al río Cabrillas. El conjunto de municipios de Checa, Chequilla y Orea forman un conjunto de gran interés. En Checa, ya no quedan restos de su antiguo castillo, titulado Castilgriego,  sin embargo el conjunto de sus casonas y la abundancia de agua convierten el paseo por el pueblo, ganadero y cuna de las trashumancia en esta zona del Señorío, en una opción más que recomendable. Las casas blancas del pueblo, con su original iglesia, que apenas sobresale por encima del templo, contrastan con el verdor de un monte generoso. Las inmediaciones de Checa son un capricho de la naturaleza. Rocas cubiertas de musgo por las que corren hilos de agua que enriquecen el cauce del río Cabrillas, convierten el paraje en un señuelo ideal para la fotografía y el deleite. Como telón de fondo, una enorme muralla de piedra arenisca hace de Checa un escenario natural alrededor del cual el monte interpreta su particular sinfonía.

En Orea, fuera de ruta, en plena sierra del Tremedal, hay una nutrida oferta de alojamiento. La abundancia de pinares convierte a esta localidad en un reclamo para los amantes del senderismo y de los deportes cinegéticos. Preguntar en el pueblo por la ubicación en el monte del “pino de las siete garras”, en la fuente de la Jícara, un curioso ejemplar digno de ser fotografiado y de fácil acceso. En Orea hubo castillo, en el cerro de la Mezquita, cuyo topónimo nos da alguna pista del origen de la vieja atalaya,  pero hoy ya no quedan restos. Pero lo que no puede dejarse de ver es el conocido como Río de Piedras. Se accede desde el pueblo ascendiendo por una pista. Está en buen estado para ir con la moto. A unos tres kilómetros del pueblo empezaremos a ver a mano izquierda un río que circula paralelo a la pista. Nuestra sorpresa al acercarnos es comprobar que en realidad no es un río de agua sino todo de piedras, de gran tamaño, acumuladas durante milenios por la fragmentación y el arrastre de las rocas. Un verdadero río de 30 metros de ancho y varios kilómetros de anchura que no deja de moverse aunque no lo percibamos. Imprescindible la visita.

Hay castillos que no están hechos por la mano del hombre y tal vez por eso nos resultan más emocionantes. La llegada a Chequilla , de regreso desde Orea a Alcoroches para seguir nuestra ruta, suele dejar con la boca abierta a quien se acerca por primera vez, literal. Mojones naturales de más de 10 metros de altura, tolmos de piedra rojiza que parecen haber sido arrojados desde el cielo en tiempos inmemoriales, jalonan la carretera que accede al pueblo. Los caprichos rocosos juegan con las casas y con los prados en un entorno único que embriaga, que obliga a recorrer el pueblo y sus alrededores sin parar de mirar arriba y abajo.

Camino del depósito de agua, de donde nace a mano izquierda el camino que en poco más de una hora nos llevará andando hasta Checa, se recoge un ramillete de rocas areniscas horadadas por el hielo , el viento y el agua, y forman un valle estrecho que se abre a medida que se acerca al sabinar. Merece la pena detenerse. Chequilla es un pueblo pequeño apoyado en una roca, con una iglesia también pequeña, pero bien cuidada. Desde Chequilla a Checa hay cinco kilómetros andando que transcurren entre sabinas y monte bajo, y siempre con piedras de extrañas formas a los lados, por si alguien se anima.

Seguimos nuestra ruta motera en dirección a Peralejos de las Truchas, para eso tomaremos el desvío de la carreta a mano izquierda, una vez pasada la localidad de Terzaga. Pero antes, os propongo que os paréis en el mirador que hay en la misma carretera, está indicado, antes de llegar a Megina, pueblo que se ve frente a nuestros ojos, bajo una montaña grisácea y pobre. “Adónde te has criado/ clavel hermoso./Entre la Majadilla/ y el Picorozo”. Esos son los nombres de los cerros bajo los que se resguarda el pueblo de Megina, a los pies de los Montes Universales. Sorprende que una tierra fértil y un monte espeso se vean acompañados en el paisaje de este cerro pelado que sirve de parapeto. Es la línea que marca la distancia entre la paramera y la sierra. La frontera entre el monte y el páramo molinés. La estampa de Megina se asemeja a la de los viejos pueblos señoriales con su iglesia de fuertes y elevados muros y sus fachadas de piedra de sillería, algunas de ellas blasonadas. Ya en la Edad Media, este pueblo figuraba en los anales de la repoblación con gentes del norte y tuvo su importancia en los tiempos que La Mesta hizo grandes y poderosos a los ganaderos molineses.

Tierzo es un pueblo modesto y cocqueto en el que se encuentra una de las salinas mejor conservadas de toda la provincia, las salinas de Armallá.  madin al-mallaha, el poblado de la sal. Junto a la carretera, dos kilómetros antes de llegar a Tierzo nos encontramos con este  recinto de extracción salina que se remonta a los celtíberos y que ya usaron romanos y árabes. A la época de Carlos III (siglo XVIII) se deben los impresionantes edificios levantados junto al manantial salino, uno de los más preciados de Castilla. En su extracción se conseguían hasta  18.000 fanegas anuales, de ahí que figure como uno de los tesoros históricos de la tierra molinesa en el Fuero del siglo XII.

El edificio principal, separado de las salinas por la carretera, fue construido en el siglo XVIII, como lo indica una lápida en el frontal de la puerta de acceso. Su aspecto externo es espectacular y, además, muy funcional. Es de planta casi cuadrangular, con unos cuarenta metros de lado, y su interior está totalmente diáfano. Muestra el armazón de madera de la techumbre completamente al descubierto, sujeto por veinticuatro grandes columnas, cada una de una sola pieza de madera y una altura, en las más altas, de aproximadamente catorce metros. Todo un espectáculo interior. Los muros son de cal y canto, ofreciendo unos contrafuertes exteriores en forma de bóvedas de medio cañón para evitar las tensiones laterales, que semejan las de una iglesia de gran envergadura. En la parte que da a los manantiales salinos se abre un porche cubierto donde descargaban los carros de sal. ¡Tocad la madera, es una sensación curiosa! Debido al contacto durante siglos con la sal ha adquirido una textura aterciopelada extraña y original.

Para poder visitar las salinas y sus edificios hay que pedir la llave en el Restaurante Casa Rural Las Salinas. Os aconsejo que llaméis antes por teléfono para encargar la comida y fijar la visita.

Una vez visitadas las salinas regresamos por la carretera para tomar el desvío a Peralejos de las Truchas, donde en tiempos se ubicó el castillo de la Saceda, sobre un risco rocoso. Peralejos ofrece una interesante oferta hostelera y de alojamientos y unas posibilidades inmensas de hacer senderismo y visitar los parajes únicos del corazón del Alto Tajo como el entorno de la Herrería. Desde Peralejos, seguimos la carretera con dirección a Taravilla. Una carretera estrecha por la que hay que circular con precaución y que nos conducirá hasta las inmediaciones de una de las lagunas más bonitas que hay en la provincia. La parada es más que obligatoria.